lunes, 11 de noviembre de 2013

Desquicio, pero del bueno

Llevamos medio festival ya. Podría decirse que estamos a medio camino, si, pero.. ¿de qué?
Los inputs son tantos y mi digestión tan lenta que no sé adónde estoy parada ahora mismo.
La semana pasada (¿o fue hace un mes?) me perdí en el inquietante backstage de un viejo teatro regenteado por unos uruguayos outsiders que dominaban el arte de entretejer historias en unas cuantas dimensiones paralelas (más de 3, for sure), generándome una sensación de ubicuidad pero al revés, que me dejó derivando a la merced de mis propios delirios de espacio-tiempo.
Una semana más tarde, en el  mismo lugar, todo había mutado: una luz de fluorescente tipo sala de operaciones, una mesa larga como de Última Cena, cajas de plástico y botellas vacías, un proyector de diapositivas a modo de bajo continuo..
Y desde ahí, tan cerca de una que daba miedo,  un hatajo de lituanos oliendo a vodka te sopapeaban a los gritos con algunas máximas gorkianas, escudriñándote desde sus miradas traslúcidas, cargadas de violencia báltica.. La incredulidad vs la fe en las mentiras, la frustación de voluntades truncadas, el desdén hacia la piedad. Preguntas sin respuesta formuladas con la brusca sinceridad de un borracho miserable sin nada que perder ya.

Retrocedo entonces tres días y me veo sufriendo, tontamente, por mi actor catalán favorito que sufría a su vez intentando componer  un puzzle de Shakespeare con piezas que no acababan de encajar. ¿Experimentar a riesgo de que tu público se decepcione o seguir actuando en terreno conocido? That is the question..
Al día siguiente (¿o era el mes siguiente?) me sentaba  a escuchar con 0 esperanzas -los musicales no son lo mío, todo sea dicho- a Maria Friedman. El placer acá pasaba por degustar la conclusión (momentánea) del derrotero de una idea de sobremesa junto a la que había tirado la primera piedra: my dear Aubergine. Sentir sin preaviso que te llegaba una voz arrolladora, como una ola de buenas energías que nos empapó sin dejar lugar a objeciones de estilo fue sooooo fantastic!!!

Ya de noche, cenando, the catalan actor y la diva anglesa se encuentran, los mundos paralelos se entrelazan, él intenta entender a Will, ella gesticula como una latina más mientras nos explica un proyecto de teatro social...¿dónde están las fronteras? ¿en qué universo estamos ahora?

Me muevo 4 casilleros más y revivo el delirio hilarante de 3 gallegos cantando penas de amor en mallas de smileys.
Entremedio (¿o fue ayer también?) conozco al mítico Tortell Poltrona, liderando anárquicamente a un grupo de payasos que venía a competir por ver quién hacía reír más. Los ojos más tristes del mundo, la personalidad más carismática, nuevo ídolo en mi panteón multiculti de artistas de los que no se andan con mandangas. Quedó pendiente el match porque los lituanos eran un reclamo imperdible..(no llego a verlo todo y da una rabiaaaaaaa)

Hoy, si hoy, de buena mañana y en una soleada vila de Salt, remato la seguidilla con una historia medio ternasca de un Kafka enfrascado en escribir cartas sobre una muñeca que viaja. Infantil dominguero un poco/demasiado sensiblero para mi. Me quedo con los italianos de lejos (y ya no me enrollo a explicar quiénes eran, pero para los curiosos http://www.tpo.it/).

Y mañana primera semifinal de combates de dramaturgia catalana. Y tantas cosas más en las próximas semanas..

¿Se entiende entonces que no sea muy normal yo, no? Porque por mínimamente permeable que una sea, esto desquicia.
Que aparte del teatro se supone que tenemos una vida, amigos y familia que vemos poco y queremos aprovechar mucho cuando están, libros y lugares que nos reclaman, amores pendientes..
Pero ahora todo se entremezcla con el teatro, los universos se multiplican a falta de los bolets que no acaban de llegar, el desorden toma el poder..
Así que por lo pronto ¡Visca el desquicie teatral!!