lunes, 2 de febrero de 2015

Bahia y la alegría


Carnaval y fútbol, playas y favelas, Caetano y Amado.. pero ante todo alegría es la primera palabra que se me viene a la cabeza si pienso en Brasil.
Este país inmenso que está "acá al lado" era para mi hasta ahora un gran desconocido. Primero porque el concepto de cercanía en América es bien diferente al europeo -unos 650 kms hasta la frontera más cercana-  y segundo porque en mis épocas adolescentes, entre el escaso presupuesto y el ansia de pueblos originarios, las mecas siempre fueron Bolivia y Perú, como muuucho el norte de Chile.
A Brasil se lo veía como un destino de ricos tomando caipirinhas panza al sol, cosa que en aquel entonces no me parecía seductora..

Pelourinho, plaza central
Felizmente, hace un par de semanas se rompió por fin la veda brasileira y convidada por mi mai hice vacaciones al cubo.
Avión gracias, surcamos los 4.300 kms. que nos distanciaban de la perla nordestina: San Salvador de Bahia, la mítica primera capital brasileira. Tierra generosa en poetas, músicos y escritores; adoradora de orixás de nombres tan seductores como Iemanjá, Exú, Burukú, Logum.. Culturalmente, riquísima.

 
Jugadores de dominó, por suerte de las pocas cosas no a la venta en el casco histórico..

No sé por qué yo venía con la idea que Bahia era chiquita, caminable; que con los 6 días que teníamos nos sobraría. Pero nomás llegar y agarrar una autovía de 6 carriles presentí que lo de ir a pie a todos lados iba a ser algo así como una utopía.
De todas formas, impregnadas ya del ritmo tranquilón pero siempre positivo de los bahianos, nos dispusimos a recorrer hasta donde las piernas nos dieran.

Vistas desde Rio Vermelho

El primer día lo dedicamos a hacer una exploración del Pelourinho, el archifamoso barrio histórico. Según los autóctonos, el casco antiguo mais grande de toda latinoamérica (¡¡y no lo dudo!!). Callejuelas empedradas que suben y bajan, salpicadas de casitas coloniales pintadas con colores vivos, museos variopintos y una seguidilla infinita de tiendas de artesanías, bares y restaurantes para satisfacer todas las necesidades del turista actual (wifi included).

 vistas del Pelô
Cuando la ciudad se fundó allá por el 1550, el centro se construyó por razones defensivas en la parte alta a  unos 80 mts encima de la costa. En una de sus plazas estaba situada la picota, elemento infaltable para tener a raya a la población local y del cual deriva el nombre del barrio: pilori es picota en francés según nos explicaron, y de ahí a Pelourinho hubo un pasinho. Ahora, el por qué deriva del francés en lugar del portugués, es un misterio todavía...
En los años ´50 la zona había devenido en gueto marginal, territorio de putas y maleantes. Pero pasadas las dictaduras, y gracias el nunca bien ponderado aval de la Unesco, en los ´80 entró en un proceso de rehabilitación pro-industria turística.
Que en el camino a muchos de los vecinos de toda la vida se los haya invitado a irse para no desentonar con la mise en scene colonial es un detalle..
Lo cierto es que ha quedado innegablemente lindo, pero también debo decir que me hubiera encantado verlo con sus putas tomando agüita de coco repatingadas en el vano de una puerta, a la espera de clientes. Y es que ahorita a los únicos que se ve en esa postura es a los miembros de la ubicua Policía Militar, resguardadora oficial de todas las zonas turísticamente apetecibles.


Arriba de todo, Egreja de Bom Viagem. Abajo, claustro de la Egreja de San Francisco

La herramienta de Jorge Amado

Pero los colonizadores portugueses no solo dejaron lindas casitas, maravillosas iglesias azulejadas y elevadores. Por suerte o desgracia, introdujeron la materia prima fundamental que conformaría la esencia de la cultura bahiana: los esclavos.
A diferencia de otros lados de Brasil donde venían de Angola o Mozambique, los esclavos que acá fueron a dar eran mayoritariamente del golfo de Benin. Sus ritos yorubas mixturados con la tradición católica fueron la masa madre de cosas tan fabulosas como el candomblé (la religión afro-brasileira que practica gran parte de la población bahiana), la capoeira, instrumentos y ritmos musicales y, last but not least.. la deliciosamente sabrosinha comida bahiana.

 Preparando a Iemanjá para su fiesta del 2 de febrero.

 
Cintas de oración para Nosso Senhor do Bonfim










Muestra callejera de alumnos de la escuela Olodum

Como se podían imaginar, el apartado gastronómico no podía fallar.
Y acá la "prota" es sin duda alguna la moqueca, el mestizaje hecho cazuela. Unión armoniosa de continentes: leche de coco y aceite de dendé de África, mariscos y verduras alla europea & farofa (harina de tapioca) americana. Resultado: ¡¡deliiiicia!!! Luego solo hay que asumir que la digestión va a ritmo tropical, pero ciertos manjares vienen con luchas gástricas incluidas, c'est la vie!
Su par de rua, igual de sabroso pero más peleón, es el acarajé. Una especie de buñuelo hecho con harina de una variedad de feijaos, frito en aceite de palma y relleno al gusto del consumidor con diversas salsitas a escoger: picantes, verdurosas, camaronianas o farináceas. Vendido siempre en puestos callejeros por exuberantes mujeres vestidas integramente en blanco que son todo un icono de la ciudad.


 
El básico playero: quesito tostado con especies y agüita de coco..

Praia de Itapuá, inmortalizada por Vinicius de Moraes (que está abajo con mi mai)

Y si, lo sé Ander (si has conseguido llegar hasta acá) me extiendo hasta el infinito.. Pero sería raro escribiendo sobre Brasil no decir nada de las playas ¿no?
De las que había en la llamada Ruta de los Coqueiros, siguiendo el litoral hacia el norte, nos quedamos con  Praia do Forte. Más que por la transparencia o la temperatura del agua, por la visita que hicimos a un centro de conservación de tortugas marinas que lleva más de 30 años funcionando, excelente ejemplo de proyecto medioambiental con alta implicación de la población local. Interesados en el naturalismo, para más info ir a Proyecto Tamar.

Probamos más playukis pero realmente ¿qué puedo explicar de un chapuzón atlántico? Realmente si hay algo en lo que me siento apátrida al 100% es en cuestión de mares.. ¡Adoro al Mediterráneo! (aunque el agua sea fría, si!)
Y también debo reconocer que no puedo negar más la evidencia de que me hago mayor: ahorita lo de la caipirinha panza al sol..  ¡¡me encanta!!!





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